
Con frecuencia, la gente me pregunta acerca de mi vida como religiosa joven y del motivo por el que elegí este camino. Hace unas semanas, en el retiro de Giving Voice para las hermanas entre los 20 y los 39 años de edad, no eran necesarias las explicaciones. En ese espacio, existe un entendimiento de nuestras vidas y una sensación de estar en casa.
En el mundo de hoy, parece extraño sentir aceptación y confianza inmediatas por las personas que acabamos de conocer. Es el don de la hermandad, especialmente, el de las hermanas católicas jóvenes de Giving Voice.
Nuestra conversación alcanza profundidades nuevas cuando nos planteamos preguntas sobre la vida en general y la nuestra como religiosas jóvenes. Podemos reír con libertad porque sabemos que reímos juntas. Podemos intercambiar perspectivas que invitan a la reflexión porque sabemos que estamos creciendo juntas.
En este espacio, podemos ser abiertamente auténticas, sin juicios, expectativas ni preguntas. Somos libres de actuar sin reservas con toda la energía o el cansancio de nuestros 20 o 39 años.
Esto se debe a que nos escuchamos con la máxima atención unas a otras y creemos en la sabiduría que cada persona aporta a ese fin de semana y a la comunidad reunida. La sabiduría colectiva es la mejor.
El nombre del tema de esta reunión, Healing Divisions (Sanar divisiones), describía perfectamente este momento de nuestra propia vida. En la reunión, intercambiamos relatos de las luchas, las gracias, los obstáculos y las esperanzas en las divisiones que existen en nuestra vida. Todas sentimos el alejamiento que causan las divisiones en nuestras familias y congregaciones, en la Iglesia, la sociedad, el país y el mundo. Al principio del fin de semana, entonamos la canción Voices that Challenge (Voces que desafían), de David Haas, y estas palabras me conmovieron profundamente y me llegaron al corazón.
“Llámanos a oír las voces que desafían en lo más profundo del corazón de cada persona. Nuestro servicio al mundo como gente que ama y sueña nos convierte en voces que desafían, porque somos la voz de Dios.”
Reflexionamos sobre la tensión que todas sentimos en nuestra vida debida al equilibrio de escuchar los relatos que nos llegan al corazón y poseer luego la voz profética para seguir comunicando esos relatos como las voces que desafían. Parker Palmer escribió: “Si deseamos vivir una vida sin violencia, debemos aprender a situarnos en la brecha trágica resistiendo con fe la tensión entre lo real y lo posible”. También analizamos la importancia de reconocer la tensión que tira de nosotros hacia el centro de nuestra contemplación, así como la necesidad de seguir esa contemplación con acciones. Como indicó una de las hermanas, esto nos lleva a la importancia de reconocer que unidad no es lo mismo que uniformidad. Existen diferencias y distancias. Sin embargo, estamos llamadas a ser partícipes de la tensión y lograr una nueva perspectiva. Y esto puede ser difícil.
Como describió Mary Sujito, SND: “En sus relaciones personales, Jesús fue profundamente contemplativo e intensamente humano y, en sus opciones sociales, auténticamente radical”.
Este llamado a ser “auténticamente radical” nos invitó a soñar y a cuestionarnos unas a otras para reflexionar sobre cuáles son nuestros ministerios actuales y dónde estamos viviendo, y comprendimos que la cercanía es importante para aquellos a quienes intentamos acompañar en el camino. Sostuvimos conversaciones sobre la importancia de conocer nuestros prejuicios implícitos y los de nuestras comunidades con objeto de darnos cuenta de a quiénes estamos excluyendo e incluyendo en nuestras vidas. Analizamos el valor de la colaboración y el trabajo conjunto para responder de inmediato a las necesidades del mundo (y vaya que hay necesidades). Esto dio lugar a conversaciones acerca del temor, de seguir nuestras pasiones, de dar forma a lo que decimos y a nuestra manera de hablar, y de nuestro deseo de inspirar a los demás al igual que nuestras comunidades nos inspiran.
Nos unió la risa, los relatos, el kickball, las caminatas y la pasión que compartimos por hacer compost y comer la fruta recién cortada de los árboles. Establecimos lazos con la comunidad del monasterio Our Lady of Guadalupe que nos trató con amor y hospitalidad en abundancia. También nos unimos en las conversaciones profundas, la oración y el canto armónico del grupo.
Salimos inspiradas para seguir trabajando en la sanación de las tensiones internas, y aumentó la energía dirigida a nuestra labor continua de resolver las divisiones externas. Sé que juntas, como jóvenes religiosas católicas, podemos lograr un cambio.
Paz, salam, shalom.
Hermana Mary Therese Krueger, PBVM
Haga clic en este vínculo para ver las fotografías del retiro para religiosas de 20 a 39 años: http://bit.ly/2k1gv1o