
Ana González, OP, ofreció esta reflexión sobre su experiencia en la Reunión Nacional de Giving Voice de este año.
Hace casi un mes, otras 20 compañeras y yo asistimos a nuestra primera Reunión Nacional de Giving Voice. El tema de la conferencia era muy prometedor ya que estaba muy relacionado con mi formación como hermana “joven”. Al llegar al estacionamiento del Iona College, sentía inquietud por los debates en los que participaría y a quién conocería. No tenía idea de que mi asistencia a la Reunión Nacional me llenaría de energía, me daría nuevas perspectivas y me permitiría conocer a un grupo dinámico de mujeres a las que me enorgullece llamar hermanas.
En la lectura del evangelio de ayer, oímos que el reino de Dios es como la red de un pescador que se lanza para atrapar peces de todo tipo. No pude evitar pensar que todas habíamos sido capturadas por el amor de Dios. Recuerdo que en el círculo inicial de bienvenida estábamos reunidas casi 80 de nosotras, comprometidas con nuestra vocación. Me llamó la atención la diversidad, los relatos y el amor de Dios. Al observar el círculo, tuve conciencia de las mujeres que, como yo, decidieron decir sí a una amistad íntima con Jesús y a una relación de confianza con Dios.
Durante nuestra participación en la conferencia, estuvimos atentas al tema “Preparadas para liderar: sanar divisiones y tender puentes”. Nuestro encuentro y el compromiso mutuo se vieron reforzados por nuestras esperanzas en el futuro, la preocupación común por las divisiones, la incertidumbre impredecible y el llamado a vivir plenamente como hermanas católicas. Sentí la transición: ya no estaba inquieta ni entre desconocidas. Todas éramos una sola, unidas por nuestra hermandad. Sentí el espíritu de nuestra colaboración, en la contemplación y en las invitaciones a incorporarnos al liderazgo, tanto en nuestras conversaciones como en nuestros intercambios de ideas.
Al reflexionar en mi primera gran experiencia en la Reunión Nacional, me inunda un sentimiento de gratitud por la oportunidad de participar en esta. Cuando concluyó la reunión, sentí la bendición de estar unida a amigas y hermanas comprometidas con la Enseñanza social católica y la diseminación del Reino de Dios actualmente en nuestros ministerios, congregaciones y comunidades, a través de nuestro llamado apostólico como religiosas.