No asistí a la Reunión Nacional de Giving Voice de este año. Varios días de la reunión coincidían con las fechas del retiro de mi comunidad y decidí quedarme. Pero, aplicando el consejo de la directora de nuestro retiro de “hacer lo que nos dicte el corazón”, también seguí la Reunión Nacional en Facebook. Después de pasar varios días viviendo con los relatos y las reflexiones sobre los valores benedictinos de mi comunidad y (aunque de una manera muy diferente) siendo testigo del valor y la belleza de la comunión que existe entre las hermanas de Giving Voice, logré entender mejor el retiro y la reunión, y surgió en mí un anhelo más profundo de poner en práctica la comunidad y la comunión en el mundo.
Algunas de las ponencias del retiro, como la ponencia sobre la “Lectio Divina”, se centraron en nuestra relación individual con Dios; otras, como la plática sobre el “Cuidado de los enfermos”, se enfocaron en la comunidad cercana de las hermanas benedictinas de Chicago; sin embargo, el objetivo de la mayoría, como la ponencia sobre la “Hospitalidad” y el “Cuidado de la creación”, era fomentar el sentido benedictino de comunidad en una realidad más amplia: con las personas que se cruzan en nuestro camino y, ciertamente, con todos los seres de la creación.
Al reflexionar sobre estos temas, me di cuenta de que la distancia a San Luis no importaba para estar en comunidad con mis hermanas de Giving Voice. Aunque no pude participar directamente en su experiencia de la conferencia (y soy la primera en confesar que hacerlo de forma virtual no es lo mismo), ya he comenzado a compartir los frutos de esas vivencias. Su transformación también me transformará a mí (si lo permito) y, de acuerdo con la visión de la comunidad benedictina presente en nuestro retiro, nos ayudará a salir y transformar el mundo.