
¿Qué significa hablarle al corazón? Es una pregunta que me sigo planteando ahora que empezamos las semanas finales de la Cuaresma. Esta temporada de Cuaresma, he prestado atención especial a mi corazón tal vez porque el Miércoles de Ceniza coincidió este año con el Día de San Valentín. La celebración de ambas fechas el mismo día es inusual, pero supongo que fue idóneo que una temporada consagrada a la conversión del corazón comenzara el día dedicado al amor. Entonces, ¿dónde está mi corazón?
Un día que caminaba a casa, vi la palabra “corazón” escrita en la acera. Al principio, me seguí de frente, pero luego, para mi sorpresa, me di vuelta y permanecí parada viéndola en medio de la acera. En el momento en que la pregunta “¿Dónde está mi corazón?” surgió dentro de mí, me llegó la respuesta: mi corazón está en las calles. Mi corazón está en las calles de Chicago donde se dispara a los jóvenes todos los días, y donde la plaga de la injusticia del racismo se propaga a nuestras instituciones y sistemas. Mi corazón está en las calles de Parkland y en demasiadas otras comunidades estudiantiles que han sido víctimas de la violencia, y donde estudiantes, personal y familias intentan recorrer el camino de la sanación. Mi corazón está en las calles de los pueblos pequeños y las grandes ciudades de nuestro país, donde los jóvenes inmigrantes caminan inseguros de su propio futuro y el de sus familias. Mi corazón se expande hasta las calles de Puerto Rico, República Dominicana y las zonas circundantes donde la gente sigue intentando reconstruir su vivienda y su vida una vez más, después de los devastadores huracanes del pasado otoño. Podría seguir mencionando todas y cada una de las calles de cada continente donde existe sufrimiento profundo.
Sería fácil esconder mi corazón tras una coraza para protegerme de tanta tristeza, dolor y sufrimiento. Pero no hemos sido llamadas para eso. Jesús trazó el camino de un corazón abierto que nos lleva a la acción compasiva. En el libro, In Our Own Words (En nuestras propias palabras), la hermana Mandy Carrier expresa así esta idea:
“Hoy en día, las religiosas tienen el llamado especial de saciar el hambre profunda de compasión que existe en el mundo, viviendo como ejemplos de vulnerabilidad, autenticidad y apertura al encuentro en su intento de seguir a Jesús”.
Esto me lleva a otro tema que me llega al corazón: mis hermanas. El corazón se me hinchió de orgullo y gratitud al ver las caras tan familiares de mis hermanas de Giving Voice en la portada y al oír sus voces en las palabras del nuevo libro: In Our Own Words: Religious Life in a Changing World (En nuestras propias palabras: La vida religiosa en un mundo cambiante). Las 13 hermanas coautoras del libro expresaron gran parte del gozo y la vida, así como de los obstáculos y las dudas de la vida religiosa actual. Ni ellas ni yo tenemos todas las respuestas, pero me siento agradecida por la voluntad de vivir juntas esas preguntas. La hermana Debbie Warner lo describe así:
“Puede ser que nadie, ni nosotras sepamos lo que depara el futuro, pero confiamos en que la buena labor comenzada por el Espíritu Santo con los cientos de miles de religiosas que nos precedieron prosiga con nosotras y con las hermanas que están por venir”.
Me siento muy agradecida por las hermanas que nos han antecedido, por toda mi congregación de Hermanas de la Presentación de la Bendita Virgen María y mis compañeras de Giving Voice que me acompañan ahora, y por todas las religiosas que se unirán a nosotras en esta forma de vida del evangelio.
Todos los días, Dios me habla al corazón y me llama a las calles, y yo le pido la gracia para escuchar y responder. ¿Qué calle les habla a ustedes al corazón? ¿Cómo van a responder?