
María, la madre de Jesús, es una mujer que con los años ha recibido muchos nombres y rostros que atraviesan culturas y fronteras. Muchos perciben que María tiene algo muy importante para decirles. En general, representa un signo de esperanza y solidaridad en el sufrimiento. El año pasado, conocí a Nuestra Señora, la que Derriba los Muros y a María, la Desatadora de Nudos.
La comunidad de hermanas con las que vivo descubrieron la mini-serie biográfica, "Llámame Francisco", sobre la vida de Jorge Bergoglio durante los años previos a convertirse en el Papa Francisco. Mientras estudiaba en Alemania en la década de los 80, conoció a María, la Desatadora de Nudos. Desarrolló por ella una gran devoción y la llevó a Argentina, en donde se difundió rápidamente entre muchas personas que viven horas inciertas y de peligro.
María, la Desatadora de Nudos, me hace pensar en aquellos nudos de mi propia vida y de nuestro mundo actual. Situaciones en las que no se ve nada bueno por delante, por lo menos que yo pueda percibir en este momento. Todos vivimos estas situaciones y creo que elevar una oración a María, la Desatadora de Nudos, puede ser lo que necesitemos para renovar nuestra confianza en Dios. La meditación de la novena comienza de esta manera:
Querida Madre, Santísima Virgen María, Tú que deshaces los nudos que sofocan a tus hijos. Extiende tus manos misericordiosas hacia mí. Te confío hoy este nudo [mencionar su solicitud aquí] y todas las consecuencias negativas que tiene en mi vida. María, Desatadora de Nudos, ruega por mí.
Hablemos ahora de los muros que existen en nuestras vidas. En muchas sociedades del mundo existen muros físicos construidos para separar a las personas, para dejarlas afuera. Se me parte el corazón cuando pienso en esos niños que, en mi propio país, son separados de sus familias en la frontera de EE.UU. con México. Conocí a Nuestra Señora, la que Derriba los Muros, gracias a una de mis hermanas que vive su misión en Tierra Santa, en donde un muro rodea a los palestinos, separándolos de los israelíes. Me entregó una estampa consagrada con la imagen que aparece dibujada sobre el muro. En el reverso de la tarjeta hay una oración que comienza así:
Santísima Madre de Dios, te invocamos como Madre de la Iglesia, Madre de todos los cristianos sufrientes. Te suplicamos, por tu ardiente intercesión, que derribes el muro, los muros de nuestros corazones, y los muros que generan el odio, la violencia, el miedo y la indiferencia, entre los hombres y entre los pueblos.
Es una plegaria, no sólo para los palestinos y los israelíes y todos los que viven a la sombra de muros físicos, sino también para cada uno de nosotros y los muros que podemos haber construido alrededor de nuestros corazones.
Estoy escribiendo este artículo mientras me preparo para asistir a la conferencia LCWR en donde expondré en nombre de Giving Voice. Este año, el tema de la conferencia es Ser la Presencia del Amor: El Poder de la Comunión. Creo que María, y sus muchos rostros y nombres, y sus devotos en todo el mundo tienen muchas lecciones importantes que enseñarnos sobre cómo ser la presencia del amor en situaciones difíciles y de que forma el poder de la comunicación puede guiar la transformación.
¿Dónde deseas aportar tu pasión y tu energía para desatar los nudos y derribar los muros de la sociedad? ¿Qué muros o nudos debe atender tu congregación en favor de la vida de sus miembros? ¿Cuáles son los muros o nudos en tu vida personal?
Seamos Amor. Confiemos en la Comunión que venera la diversidad.