
Bromeaba en mi comunidad diciendo que no tenía idea de lo que hacía cuarenta horas por semana. Después de un encuentro fortuito con mi futura superiora, fui contratada como custodia asignada por la corte. Me había graduado en la carrera de radiodifusión dos años antes, por lo que naturalmente no sabía qué estaba haciendo. En vez de hablar frente a un micrófono, mi trabajo era hablar para adultos con distintos tipos de enfermedades mentales.
No obstante, me di cuenta rápidamente cuán liberador era saber qué estaba haciendo. Todo era nuevo y vi todo con una nueva perspectiva. La misión de defender a aquellos que no tenían a nadie fue mayor que mi misma. No habían nociones preconcebidas ni "Siempre lo hice así". Escuché, hice muchas preguntas y aprendí a estar realmente presente. (Google también me sirvió.) Por gracia de Dios, inmediatamente amé a mis compañeros, mis compañeros de camino y mi ministerio. Durante los dos últimos años, casi nunca temí ir al trabajo.
En estos días del Adviento, no puedo dejar de pensar en que María estuvo en una situación similar. Al enfrentarse a lo nuevo, María se hizo preguntas y escuchó con atención. Quizás tuvo miedo. Le pidieron que hiciera algo más grande que ella misma, pero dijo sí. Estoy segura de que cuando Jesús llegó al mundo, inmediatamente lo amó y nunca miró hacia atrás. Todos los años, para esta época, María me hace recordar que debemos enfrentar lo nuevo con un espíritu curioso y con coraje en el corazón.