
Sobre mi escritorio, hace tiempo tengo pegada una nota adhesiva ya maltratada que dice: “Gracias a usted, puedo hacer algo”. Años atrás, un cliente expresó esto en mi oficina cuando hablaba de su nueva vida. Aún recuerdo el momento en que me lo dijo: me sentí un punto insignificante en su nueva vida en Akron, Ohio, pero para él, yo era un recordatorio de que comenzaba de nuevo. En nuestra vida, ¿quiénes nos invitan a reiniciar y renovarnos? ¿Qué representan estas personas? En mi caso, esa persona me recuerda constantemente estar presente en cada momento y respetar a quienes recorren el mismo camino que yo, creen en mí cada día y me ayudan a buscar la gracia de Dios en todas las cosas.
Al comenzar la temporada de Pascua, reflexiono en la nueva vida de la que formo parte todos los días y que anhelo. Escribo esta reflexión el Sábado Santo, y el pronóstico del tiempo indica nieve y frío. Anhelo la luz del sol, el verdor de los árboles y el clima cálido. En nuestro país, vivo con la esperanza de que llegue el día en que todas las personas seamos tratadas con la dignidad con que nacemos. Sin embargo, recuerdo continuamente que vivimos en la luz de la Resurrección. Todos los días, somos testigos de los milagros de la vida: la fortaleza de quienes llaman al cambio y de quienes elevan la voz de los que viven silenciados, así como las bendiciones que nos rodean.
Gracias al amor vivificante de Dios y a la fuerza de la comunidad, podemos hacer algo. Podemos unirnos y llevar la luz de Cristo a los rincones más oscuros del mundo. Debemos participar activamente en la creación de nueva vida.
En nuestro boletín informativo de abril, lea las reflexiones de la hermana Ellis McCulloh sobre la esperanza nacida de la temporada de primavera y de la Pascua.