Este verano, experimenté el pasado y el presente de la vida religiosa y pude saborear cómo será su futuro. En junio, comencé mi viaje al pasado por medio de una peregrinación tradicional a Europa, a la que nosotras, las dominicas, llamamos las tierras de Santo Domingo. Aunque la experiencia fue breve y rápida (ya que una de mis hermanas y yo nos encargamos de los arreglos del viaje), resultó sencilla, inspiradora y profunda. Nos conectó con las raíces de nuestra familia dominica y con el motivo por el cual nos transformamos en la “OP” u Orden de predicadores. Visitamos el lugar de nacimiento de nuestro fundador, Domingo de Guzmán, en Caleruega, España; Franjeaux, su primera misión como predicador itinerante; y Prouilhe, nuestro primer convento y la cuna de la Santa predicación, en el sur de Francia. Nuestra peregrinación terminó en Bolonia, Italia, donde descansan los restos de Santo Domingo. En cada lugar que visitamos, fuimos recibidas por hermanos y hermanas dominicas. Hacia el final de la peregrinación, entendí por qué es tan conocida nuestra “hospitalidad dominica”, ya que todos se mostraron amables, cariñosos, devotos y alegres.
En julio, celebré el presente en nuestra Reunión Nacional con un grupo dinámico y diverso de más de 80 jóvenes religiosas. El título de la conferencia, “El valor y la belleza de la comunión: la vida religiosa hoy en día”, reflejaba magníficamente nuestros sueños, esperanzas y anhelos espirituales. La cita de Dorothy Day, “La belleza salvará al mundo”, adoptó formas y colores diferentes durante la reunión. La hermana Nicole Trahan, FMI, habló en su presentación sobre todas las frustraciones, sufrimientos y dolores con los que se nos “bombardea” en nuestra sociedad, en las fronteras y en los medios de comunicación. Nos exhortó a “...rodearnos de la belleza cuando nos inunde la tristeza, la ira y la desilusión”. Luego, Tracy Horan, SP, llenó nuestros corazones de una “energía amorosa” con el relato de su experiencia ministerial con los inmigrantes, y afirmó: “La lente de la comunión y la belleza es una lupa para poder ver más de cerca”. Estoy convencida de que todas regresamos a nuestras comunidades con el corazón lleno de belleza y valor; nos comprometimos con la opción más importante de establecer relaciones con Dios y con los demás.
Más recientemente, pude vislumbrar el futuro durante el Encuentro de verano de las hermanas dominicas de Adrian, titulado “Embracing the Future – Encuentro con el Futuro – Pagyakap sa Hihaharap”. El título, expresado en nuestros tres idiomas principales, inglés, español y tagalo, reflejaba nuestra intención de celebrar y honrar la diversidad. La declaración del objetivo marcó la pauta, mientras que el consejo general convocó a “esta asamblea para reunirnos como una comunidad... en un momento de gran desprendimiento, que también nos llama a seguir adelante con valor”. Tomamos conciencia de nuestras pérdidas y celebramos los dones de tantas hermanas “en cuyos hombros nos apoyamos”. También reconocimos nuestra realidad cambiante y agradecimos el don de quiénes somos hoy. Hicimos extensiva la invitación a nuestros asociados y aliados en la misión para discernir nuestro futuro desconocido.
Cada una de estas experiencias fortaleció mi vocación religiosa: me siento inspirada por nuestro pasado y sigo creyendo en nuestro presente y en nuestro futuro.