
La primavera tardó en llegar este año; la última gran nevada aquí en Racine, Wisconsin, fue el 16 de abril. Ahora que ya está aquí, vuelve la actividad de los pájaros, las ardillas, las abejas y todas las criaturas vivas, renacen las plantas y los árboles, florecen los tulipanes, los narcisos y los jacintos de uva, y vemos las semillas que germinan y los brotes de los vástagos.
Para los seres humanos, también es una temporada de gran actividad. En el Eco-Justice Center, hemos tenido ocho grupos numerosos de voluntarios provenientes de universidades, preparatorias y negocios que patrocinan días de servicio. Con la ayuda de estos voluntarios, hemos arreglado nuestros jardines y bosques, despejado los arbustos del arroyo y preparado nuevos lechos para plantar. Y como hay más horas de luz estos días, me siento con energía renovada para llevar a cabo el trabajo necesario. Sin embargo, después de trabajar semanas de 60 horas, el cuerpo y el alma me dicen que necesito detenerme y renovarme.
Me siento agradecida de poder hacer esto precisamente con el viaje a Los Ángeles para asistir al retiro de las hermanas de 40 a 49 años de edad. El retiro será un tiempo para alejarme y evaluar mi situación en la vida religiosa y de ministerio. Una parte del tema es llevar nuestros carismas al futuro. A las religiosas jóvenes se nos pide continuamente que veamos hacia dónde nos dirigimos, y sin embargo, nos damos cuenta de que solo podemos dar un paso a la vez y sin tener un mapa del camino.
Reconocemos la importancia de no perder de vista nuestro pasado y el momento que estamos viviendo. En su libro “Sacred Fire” (Fuego sagrado), Ronald Rolheiser explica la importancia de estar en el momento y de agradecer dónde estamos y lo que tenemos:
“Persiste ahí donde se supone que debes estar, y Dios se encargará de lo demás” (página 273). Mi oración es poder hacer lo mejor con los dones y recursos que he recibido para llevar salud y sanación a todos los seres vivos, por medio del amor de Cristo. Amén.