En el clima social y político que vivimos actualmente, creo que es fundamental detenernos a reflexionar sobre dos valores derivados de la esencia de la vida religiosa e importantes para establecer relaciones sanas: comunidad y contemplación. Ambos valores forman parte de todas las religiones del mundo; no son exclusivos del cristianismo.
A continuación, transcribo un pasaje que escribí para un retiro de planificación en el lugar de mi ministerio, el Eco-Justice Center, patrocinado por las hermanas de Santo Domingo de Racine.
Comunidad
Los ingredientes clave para formar una comunidad son: libertad, responsabilidad, diálogo e integridad, los cuales crean el contexto de las experiencias compartidas con otras personas que afrontan problemas comunes. Estas experiencias ayudan a establecer relaciones de confianza por medio de la hospitalidad. Una vez que se forma la comunidad, esta ofrece compañerismo y apoyo.
El mundo actual nos llama a ampliar la comunidad a un grupo de personas diversas: las presentes, las conectadas virtualmente, aquellas que profesan religiones distintas o ninguna fe, y personas de otras culturas y razas. El diálogo contribuye a fortalecer a las comunidades que reciben a todas las personas con respeto.
En el Eco-Justice Center, presenciamos la creación de comunidades entre nuestros voluntarios y quienes participan en nuestros programas. Creemos que una comunidad incluye la vida humana y de todo tipo. Fomentamos las relaciones que fortalecen el bienestar de las personas, la Tierra y todas las creaturas. Todas las formas de vida dependen de la Tierra para su sustento y supervivencia física.
Contemplación
La contemplación se refiere a la acción de ver u observar con atención. Cuando contemplamos, nos acercamos más al misterio de la vida por medio de un silencio activo que ayuda a integrar el cuerpo, la mente y el espíritu. La contemplación puede mejorar nuestra atención para estar presentes en el momento.
Cuando dedicamos tiempo a contemplar en grupo, se percibe una sensación de conexión con los demás durante el tiempo que permanecemos sentados en silencio. En ocasiones, cuando un grupo dedica primero tiempo al silencio, se propicia un diálogo más profundo. El silencio nos permite estar con otras personas igualmente abiertas a la contemplación, y nos ofrece la esperanza de alcanzar nuevas perspectivas, respeto mutuo y comprensión. Y esto es algo que nuestro mundo necesita cada vez más en la actualidad.
Durante la celebración de la National Catholic Sisters Week (NCSW) en la primavera pasada, un grupo de hermanas de Wisconsin se reunió y creó el proceso de un Círculo transformador en torno a la comunidad, la contemplación y el diálogo. Yo coordiné también un círculo en el Eco-Justice Center para analizar la encíclica Laudato Si, e invité a los jóvenes a participar. Esto fue una manera de plantar las semillas de la comunidad y la contemplación en el mundo actual.
Tú, ¿cómo estás plantando semillas de comunidad y contemplación?
Paráfrasis del contenido de los folletos Meeting the Charism Again/For the First Time: Dominican Values-Building Community and The Contemplative Tradition 2003.