
Si su experiencia en el ministerio activo se parece a la mía, me animaría a apostar que ustedes también reciben muchos correos electrónicos. Es tentador borrar los que parecen innecesarios e interminables, como los boletines y los comunicados electrónicos, pero a veces el Espíritu Santo no nos permite moverlos a ese pequeño icono de la papelera. Ayer, el Espíritu Santo me envió un mensaje de Pascua a través de la hermana Roberta Fulton, SSMN, presidenta de la National Black Sisters’ Conference. Fue como si el Espíritu Santo me dijera “Debes leer esto”, y yo accedí.
Sin duda, se trataba de una hermosa reflexión, pero me quedé pensando en una idea central que ya está infundiendo nueva vida en mi Pascua. La hermana Roberta escribió: “¿Por qué fue retirada la piedra? Algunos dicen que fue removida no para que Jesús pudiera salir, sino para que nosotros pudiéramos entrar y cerciorarnos de que la sepultura permanecerá vacía para siempre”. A cada persona puede llamarle la atención un parte distinta de esa reflexión. Es probable que este concepto las esté sorprendiendo ahora, o tal vez ya lo habían considerado y no les pareció nada nuevo. En mi caso, me recordó un dibujo que hice en la temporada navideña.
No soy artista profesional. Para mí, no es fácil tomar los pinceles y decidir lo que voy a pintar. Debo ser paciente y esperar a que se forme alguna idea. El día que dibujé esa imagen, sentía como si mis manos hubieran descubierto de repente una fuerza magnética que las atraía a los lápices acuarelables, y así fue que comencé a dibujar con ellos. Este fue el resultado de ese trabajo que intitulé “Vergüenza”.
Al releer las palabras de la hermana Roberta, la frase “para que nosotros pudiéramos entrar y cerciorarnos” me hizo darme cuenta de que algunos no entrarán. Algunos no tendrán la certeza. Al principio, pensé que mi dibujo de Navidad era solo el retrato de una persona renuente a responder al llamado de Dios. Ahora lo veo como la tumba vacía de la cual Jesús resucitó, con la luz y el amor de Dios invitándonos a estar convencidos y a confiar en el sacrificio y la victoria de Jesús por nosotros. Aun así, algunos no se convencerán.
Al igual que el título de mi dibujo, quizá sea la vergüenza lo que frena a las personas. Tal vez sea la incapacidad de perdonar o de pedir perdón; o puede ser la resistencia a aminorar el ritmo y a pasar tiempo con Jesús. Sea lo que sea, cada uno de nosotros tendrá que librar su propia batalla para entrar a esa tumba y convencerse. Aunque desde el punto de vista teológico sabemos que Jesús murió y resucitó por su amor a nosotros, ¿qué es lo que nos detiene afuera de la tumba? ¿Qué es lo que hace que cuestionemos ese amor?
La última vez que hablé con mi directora espiritual, me recordó que el diálogo interno negativo nunca proviene de Dios. Es una tentación del diablo para que nos veamos a nosotros mismos como seres indignos. Lucho constantemente con ese diálogo interno negativo por muchas razones, pero una de ellas es mi tendencia a la perfección. No es que crea verdaderamente que puedo ser perfecta, o que desee que la gente me admire; en realidad, es una tendencia que surge del miedo. Temo que, si no soy perfecta, no seré suficiente. No seré digna. Más que otra cosa, eso es lo que me detiene afuera de la tumba: el miedo a ser un fracaso.
Hermanas: no nos quedemos paradas afuera de la tumba. Estaremos tentadas a hacerlo, pero, aunque nosotros cuestionemos nuestro valor, Jesús no lo hace. Jesús dio su vida para decirnos lo valiosas que somos, así que recordémonos esto unas a otras en esta Pascua, porque hay muchas personas paradas afuera, y esas personas van a necesitar que otras las animen a entrar.