
Comencé el tiempo cuaresmal con un nuevo ministerio como voluntaria en Casa Marianella, un lugar que ofrece alojamiento, comida y servicios de apoyo a inmigrantes recién llegados y a personas de todo el mundo que buscan asilo. Muchos llegan a este refugio directamente después de ser liberados de centros de detención, y el lugar es una mezcolanza hermosa de personas de culturas diversas. Ahí, he conocido a gente de muchos países de todo el mundo, entre otros, Eritrea, Honduras, Nepal e Irak. En las salas comunes, es normal oír hablar idiomas distintos cada día. Me sorprende siempre ver a tantas personas diversas que se sienten como en casa.
Tengo que decir que, gracias a Casa Marianella, este año, he vivido la Cuaresma de otra manera, y no es casualidad que sea el Año de la Misericordia. He conocido la misericordia de manera cercana y personal: los residentes y quienes trabajan allí han relatado muchas historias que me han hecho reflexionar sobre lo que significa mostrar misericordia a los demás y la cantidad de formas en que es posible expresarla.
Una tarde, uno de los residentes relató su experiencia personal acerca de cómo Dios ha sido tan misericordioso con él a pesar de sus fallas. Cuando era joven, perdió la vista de un ojo y quedó lleno de ira hacia Dios. Desde entonces, siguió un camino de oscuridad con pérdida de familia, alcoholismo y, por último, problemas de salud. Ahora, él considera que Casa Marianella es su hogar, acepta su pasado y es un alcohólico en recuperación. Asimismo, recibe ayuda para sus problemas de salud y, todos los días, pide a Dios que lo perdone. Otro día, mientras ayudaba al personal de servicios legales, pregunté a un residente recién llegado de Somalia cómo se estaba adaptando ya que, una semana antes, había sido liberado de un centro de detención. Con el poco inglés que habla y una sonrisa, dijo “Todo es Dios”.
En esta Cuaresma, las situaciones e historias de esta gente han dejado huella en mis oraciones. El rezo de los oficios y la lectura de las Escrituras diarias cobraron vida de otra manera: los versos de las Escrituras sobre violencia, guerra y codicia reflejan la realidad de las ciudades y los países del mundo de donde provienen muchos de los residentes. Los lamentos y las alabanzas de los salmos y las palabras de los profetas acerca de la fe y la confianza en Dios en medio de las tribulaciones me hicieron vibrar al recordar los rostros de los residentes. Las Escrituras revelan situaciones actuales de nuestro mundo y los personajes en estas son los inmigrantes y refugiados de hoy; son mis hermanos y hermanas aquí en Casa Marianella.
Me di cuenta de que estos residentes han estado viviendo el misterio pascual. El personal, los voluntarios y los residentes son todos faros de luz: son la luz de la Vigilia Pascual que trae la esperanza del amor de Dios, su misericordia y su paz. Es un refugio sagrado de misericordia para la gente.
Al terminar la Cuaresma y con el inicio de la temporada de Pascua, me planteo estas preguntas: Dios me llama a mostrar misericordia ¿a quién?, ¿dónde?, ¿de qué OTRAS maneras?
Como religiosa joven y, en especial, como miembro de Giving Voice, me siento llena de esperanza y energía para responder a estas preguntas porque sé que no son solo mías sino de todas nosotras en conjunto. Como religiosas jóvenes, todas compartimos la misión de Dios.
Recuerdo las palabras que el papa Francisco dirigió a las personas de la vida consagrada: “¡Despierten al mundo! ¡Sean testimonio de un modo distinto de hacer, de actuar y de vivir!”.