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Resumen de la Catholic Sisters Week

¡Gracias a todos los que nos acompañaron en una velada de oración para celebrar a las mujeres religiosas en esta Catholic Sisters Week! En especial, queremos agradecer a las hermanas de Giving Voice: Romina Sapinoso, SC, Chioma Ahanihu, SLW, y Tracy Kemme, SC, por su participación en el evento.

Gracias a nuestros asociados en el Center for the Study of Consecrated Life at Catholic Theological Union, las organizaciones Communicators for Women Religious y Giving Voice, el Institute of Religious Formation at Catholic Theological Union, la National Religious Vocation Conference y la Religious Formation Conference, por colaborar con nosotros en la organización del evento.

Haga clic aquí para ver un video de la sesión de oración.

Agradecemos a Ryan Hoffman de la Religious Formation Conference por preparar el video!

Esta es la reflexión de Romina sobre la velada:

Estas últimas dos semanas, estuve observando maravillada unas semillas y cómo cada tallito y el primer par de hojas brotaban de la tierra y saludaban al mundo por primera vez. Las plantas se veían tan diminutas, frágiles e insignificantes en un semillero que aparentemente era demasiado grande, pero espero que, pronto, cada una de ellas reivindique su espacio y llene de vida ese rincón del mundo, para dar los frutos que sustentan a seres humanos y animales por igual.

Estas semillas pequeñas tienen el ADN necesario para lo que fueron creadas, sea que hayan sido plantadas en el suelo fértil de una granja o en mi modesto semillero. Las plantas de tomate crecerán alto y darán un fruto dulce y rojo. Las de calabacín comenzarán a esparcirse por el suelo y darán flores. Su ADN, profundamente arraigado en cada célula de estos brotes, los llama a dar vida y sustento. Como hermanas católicas, ¿no estamos como esas semillas, plantadas en un mundo que ansía lo mismo?

Muchas de nuestras congregaciones comenzaron igual que esas semillas diminutas y frágiles. Las numerosas historias de las hermanas religiosas que nos precedieron son similares a esos brotes minúsculos que parecen saber exactamente qué hacer, aunque son “nuevos” en la tierra o en ese rincón del mundo donde se encuentran plantados. Las hermanas católicas tienen una brújula interna que las orienta y les permite ser guiadas por algo mucho más profundo que sus propias convicciones y creencias en sus talentos y habilidades personales. Nuestra vocación y nuestra fe católica son el ADN grabado en cada célula de nuestro ser, que nos llama a ser vida y sustento para el mundo. La lectura de las obras de misericordia nos recuerda que hemos sido llamadas a dar fruto como católicas y como mujeres religiosas en este mundo: alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar a los presos, aconsejar, consolar, orar. Todo esto es parte de lo que somos. Las necesidades del mundo son enormes en cada generación y nuestro ADN nos llama a estar presentes donde hay necesidades.

Al igual que esos brotes, que dependen y pueden sobrevivir gracias a otros elementos, nosotras, como mujeres religiosas, dependemos de nuestra fe, nuestra comunidad de hermanas y la misión de Dios. Tenemos incorporado el ADN de la vida en comunidad en lo más profundo de nosotras. Las hermanas que construyeron hospitales, escuelas y centros para los más marginados nunca lo hicieron solas, sino en colaboración y discernimiento con la comunidad. Nuestros dones y obras se amplifican y perduran porque reconocemos que existe gran conexión e interdependencia entre nosotras. Nuestra vida en comunidad y el deseo de ir más lejos juntas, pero a paso lento, en vez de avanzar rápido y solas, nos hace conscientes de la inclusividad, la diversidad y la equidad. Nos permite hacer el trabajo interno y comunitario necesario, a pesar de las adversidades. Nuestro trabajo y nuestros empeños por vivir, por ejercer nuestro ministerio y por orar juntas, aunque no son perfectos, sirven como un testigo sólido de un mundo cada vez más dividido, muy acostumbrado a definirnos contra los demás.

Por último, y no menos importante, creo que las hermanas católicas, en lo más profundo de su ADN y de sus tradiciones, tienen el don de soñar con un futuro y un mundo a imagen y semejanza del reino de Dios. Nuestro Dios es un Dios de belleza y de sueños en medio del caos y de los problemas en los que el mundo se ve sumergido. Es verdad que hay mujeres jóvenes que consideran, y seguirán considerando, emprender esta vida, porque son capaces de reconocer que hay un sueño y un futuro maravillosos para vivir AHORA. En esta Catholic Sisters Week, las invito a que juntas nos regocijemos y celebremos todo lo que fuimos, todo lo que somos y todo lo que podemos ser y seremos en este mundo, y a vivir el día de hoy con entusiasmo y la confianza de que tenemos todo lo necesario en nuestro interior para saber cuál es el siguiente paso y animarnos a darlo.

-Romina Sapinoso, SC

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Marzo 2021
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