
En el oeste de Nueva York, la escuela comienza después del Día del trabajo. Gracias a que este año el Día del trabajo se celebró tarde, puedo sentarme en mi escritorio a repasar mis lecciones del año pasado. Suspiro al pensar: ¿Tengo suficiente energía, paciencia y amor para emprender este año escolar? ¿Tengo algo que ofrecer a estas niñas de la escuela secundaria en la zona urbana? Su realidad es muy distinta de aquella en la que yo crecí.
En mi escritorio, veo una de mis lecciones favoritas y sonrío: es la lección sobre carisma. En ella, pido a las estudiantes que investiguen los carismas de tres órdenes religiosas distintas, y que escriban algo de lo que hacen las hermanas para destacar el carisma de cada una de esas comunidades. Mi parte favorita es el final de esa lección en la que les pido que escriban sobre su propio carisma. Les pregunto: ¿De qué manera el amor de Dios en su vida les permite ser buenas con los demás? El año pasado, cuando les pedí la definición de carisma, una estudiante escribió: “Carisma es una palabra elegante para referirse a la manera en que uno sigue el camino de Dios”.
Aquí sentada, la mente se distrae de mi tarea de planificar las lecciones. Pienso en mi viaje a Irlanda en mayo, en el que pude vivir el carisma de las Hermanas de la Misericordia en el lugar mismo donde comenzó la orden. Caminé por las calles de Dublín como lo hizo nuestra fundadora Catherine McAuley. Visité la casa donde ella vivió antes de ser una Hermana de la Misericordia, la casa donde acogió a otros y se interesó por ellos, los más pobres de los pobres. Regresé de Irlanda pensando: ¿Encarno yo el espíritu de Catherine?
Mi experiencia en la Conferencia de Giving Voice de agosto me ayudó a responder a esta pregunta. En la conferencia, tuve el privilegio de estar con otras setenta mujeres que viven, a su propia manera, los carismas de sus congregaciones. Las conversaciones durante ese fin de semana me permitieron vislumbrar cómo mis compañeras están viviendo sus carismas, “siguiendo cada una el camino de Dios”. Cada una de nosotras lleva dentro su propio carisma. Si nos pidieran en la secundaria escribir sobre nuestro carisma personal, probablemente encontraríamos los mismos temas presentes en la manera en que vivimos hoy nuestra vida.
Todas estas congregaciones maravillosamente distintas nos permiten seguir el camino que Dios nos ha preparado. Giving Voice es el espacio que nos permite compartir nuestra vida para soñar juntas y apoyarnos mutuamente. Lo que cada una aporta a esta conversación es el deseo de hacer lo que nuestros fundadores y fundadoras hicieron: vivir nuestra vida con Dios en el centro.
En la conferencia, Teresa Maya y Sophia Park nos plantearon el reto de vivir nuestra vida en el presente. Desde mi regreso de Kansas, me he estado preguntando: ¿De qué manera vivo mi vida en el presente para reflejar el espíritu de mi comunidad? ¿Cómo hago oír mi voz entre una mayoría de religiosas de un grupo de edad al que no pertenezco? Me recuerdo a mí misma que nuestros fundadores y fundadoras fueron llamados a menudo a ser la voz de la minoría, a expresar lo que pensaban y a cambiar la realidad de ese momento. Al concentrarme demasiado en el futuro de la vida religiosa, suelo olvidar que es aquí mismo y ahora lo que nos guiará al futuro. Lo que hagamos todos los días en nuestras congregaciones, con Dios en el centro, nos llevará al futuro desconocido.