Se les pidió a las hermanas que relataran cómo se ha visto afectada su experiencia como religiosas por la pandemia del coronavirus y cómo pueden responder a la situación que estamos viviendo y poner en práctica el evangelio.
Dos días a la vez
““Si siente últimamente el desasosiego de vivir bajo la sombra de una pandemia, una amiga de la universidad que ha atravesado algunas dificultades me aconsejó una actitud de vida, que me parece útil en estos momentos. Primero, concéntrese en lo que necesita en este momento para estar bien: ¿una taza de té?, ¿una ducha? Haga lo que pueda para satisfacer la necesidad del momento presente. Luego, piense en el resto del día: ¿qué necesita hacer para que todo transcurra bien? Hágalo. Después, piense en lo que necesita hacer hoy para que, por lo menos mañana, todo esté básicamente bien: haga un lavado de ropa, organice el cuidado de los niños (¿ya se ocupó de los deberes del monasterio?) o alguna otra cosa. Luego, ¡deténgase! Eso es todo lo que puede hacer por ahora y está bien.
Creo que, de cierta manera, esta es una experiencia de pobreza que, para la mayoría de los que pertenecemos a la clase media, es desconocida. Cuando hablamos de la cultura de la riqueza y su perspectiva del tiempo, todo se refiere al pasado: de dónde venimos y la tradición que mantenemos. En la cultura de la clase media, se trata de ser austeros y planificar para el futuro. (¿Alguien está acumulando papel higiénico?). En la cultura de la pobreza, el futuro no está asegurado; por lo tanto, lo único que existe es el hoy, el momento presente. Como estrategia de vida a largo plazo, tiene sus limitaciones, pero también es una bendición concentrarse solo en el hoy y en Cristo, aquí y ahora. ¡Espero que todos reciban los dones que necesitan!.” -Hermana Jeana Visel, OSB.
“Escribo esto en el décimo día de mi cuarentena voluntaria. Casi no he salido y tuve que renunciar a algunos ministerios y experiencias que aprecio mucho, como mis visitas semanales a la cárcel del condado de Cook. Sin embargo, mis días están llenos de actividad, porque he logrado combinar la oración, el tiempo en comunidad y las nuevas formas de servicio en mi vida. Sigo haciendo todo lo que puedo para apoyar a mis amigos y familiares, y continúo con mi escritura y con los ministerios de caminos espirituales. Después de que una de mis amigas cercanas me contara lo difícil que era para ella, como madre soltera, tener que encargarse de repente de la educación de sus hijos en el hogar, me inspiré y decidí ofrecer lecciones de 30 minutos para niños por Internet sobre formación en la fe y estudios sociales. Organicé un calendario de clases, lo envié por correo electrónico a quienes se mostraron interesados y, en menos de 24 horas, tenía casi 20 niños inscritos en mi aula virtual. Espero que esta actividad dé un poco de estructura y enriquecimiento a los niños, quienes, en mi opinión, se encuentran entre los más vulnerables de nuestras comunidades durante cualquier crisis.
He estado pensando mucho en la función de las religiosas al observar la evolución de esta crisis hasta ahora. Sigo rezando por ello y no estoy segura de cuál sea exactamente la voluntad de Dios para nosotros, pero sí tengo la certeza de que el mandato del Evangelio de amar a Dios, a uno mismo y a los demás sigue siendo el centro de nuestra vocación. Para algunas de nosotras, esto significa que debemos estar en la primera línea de servicio y alejarnos de la convivencia cercana con nuestras hermanas, para no llevar el virus al convento. Otras son llamadas verdaderamente a recluirse y a probar por un tiempo la rutina monástica de oración, retiro y servicio. Ninguno de nosotros somos invencibles al daño; todos somos vulnerables. Parece oportuno aceptar con tranquilidad la idea de la muerte, meditar sobre ello y prepararnos, especialmente en esta temporada de Cuaresma.” -Julia Walsh
“Ahora que cada vez más personas no pueden salir de sus casas ni reunirse para la oración litúrgica tradicional en las iglesias, estoy viendo en Internet una diversidad de grupos de oración. No solo se están trasmitiendo en vivo las misas, sino que también hay grupos, grandes y pequeños, de fe y de reflexión bíblica y oración (lectio divina), dirigidos por sacerdotes, hermanos, hermanas y ministros pastorales, o simplemente por laicos interesados, que se pueden reunir para fortalecer y explorar juntos su fe. A partir de esta semana, estaré organizando reuniones virtuales del Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RCIA) para el Sheil Catholic Center en Northwestern University. Estos encuentros no solo ayudarán a nuestros catecúmenos elegidos cuyo bautismo se aplazó indefinidamente, sino a todos los que los acompañamos en ese camino. Como la mayoría de nosotros no puede acceder a los sacramentos, estamos aprendiendo (e ideando) nuevas formas de orar juntos, que tal vez sean de utilidad a medida que el número de sacerdotes sigue disminuyendo. No me gustaría que la comunicación en línea llegara a reemplazar la reunión de la comunidad en persona; no obstante, estos nuevos grupos me dan la esperanza de que estamos creando una nueva manera de congregarnos como Iglesia.
Como monjas, mi comunidad siempre ha reconocido el papel indispensable que tiene la liturgia, en particular, la Liturgia de las Horas, no solo en nuestras vidas, sino también en la vida de la Iglesia. Con la suspensión de las liturgias públicas en la Arquidiócesis de Chicago y en muchas otras partes de Estados Unidos a causa del coronavirus, somos cada vez más conscientes de que, hoy más que nunca, las liturgias de nuestra comunidad unen a la Iglesia en la oración. La mayor parte de nuestra comunidad se encuentra entre la población vulnerable, por lo que las salidas del monasterio están limitadas, al igual que nuestras actividades concretas para ayudar con los efectos de la pandemia. A pesar de ello, a través de nuestra oración litúrgica, nos damos cuenta de que todo el mundo está más cerca de Dios y de que, con esa oración, abrazamos al mundo en este momento en que tanto lo necesita.”-Belinda Monahan