
No importa cómo llegue a un evento de Giving Voice, siempre salgo más ligera y con los pies bien puestos en el suelo. El retiro más reciente para hermanas de 20 a 39 años sobre el tema de esperanza profética no fue la excepción. Más de cuarenta religiosas nos reunimos por Zoom el fin de semana del 15 al 17 de enero de 2021, dirigidas por Kelly Moline, OP y Sarah Cieplinski, SNDdeN. Entre la oración y los momentos de baile en grupo, nuestro tiempo juntas nos dio un vistazo de lo que significa para cada una de nosotras vivir con esperanza profética.
Está la esperanza que surge de vernos unas a otras hacer la labor del Evangelio. Una de las primeras actividades fue presentarnos con sencillez mencionando nuestro nombre, congregación y ministerio. Estos vistazos breves al trabajo de mis compañeras de Giving Voice añadieron otra dimensión a la esperanza que compartimos durante los días de esta reunión. Ahora, llevo a cada una de estas mujeres en mi corazón de otra manera, y puedo decir, como decimos a menudo en mi congregación, “Donde está una de nosotras, estamos todas”.
Una imagen que cobró importancia durante nuestro tiempo juntas fue la de Dios como una manta con peso. Esa manta, al igual que Dios, ofrece una “buena forma de pesadez”, del tipo que da consuelo y te recuerda que estás rodeada de amor. Durante el fin de semana, sentí este tiempo con mis hermanas como ese tipo de bienestar.
Está la esperanza que surge de compartir nuestras vivencias. En mis clases de Biblia del noviciado, aprendimos que el papel del profeta no es predecir el futuro, sino decir la verdad sobre el presente. En nuestras conversaciones, hablamos sobre lo que es verdad en nuestros días. Mencionamos nuestro cansancio. Mencionamos nuestro júbilo. Mencionamos nuestras preguntas. Mencionamos nuestro asombro. Mencionamos nuestro dolor y nuestra alegría. Y mientras tanto, el Espíritu Santo danzaba entre nosotras, sacando a relucir la luz y la vida que llevamos dentro y que brota de cada una.
Cuando prestamos atención a esa luz y a esa vida, creamos espacio para la invitación continua de Dios. “Tarde o temprano, nos damos cuenta de que lo posible no tiene límites fijos. Que lo que creíamos equivocadamente que era un límite es en realidad un horizonte. Y, como todo horizonte, se aleja a medida que avanzamos hacia la plenitud de la vida”. (Hermano David Steindl-Rast, Gratefulness, the Heart of Prayer [Gratitud, el corazón de la plegaria])
En esa plenitud de la vida, es donde me encuentro después de los días de nuestro retiro: agradecida por mi relación con Dios y las relaciones con mis hermanas. Siempre es una bendición estar con ustedes. Gracias, gracias, gracias.